Abril 2010
El gobierno, obligado a asegurar financiamiento para cubrir el inmenso abanico de subsidios concedidos al sector privado y presionado por la imperiosa necesidad de mantener un gasto público en creciente expansión para conservar la iniciativa en el comando político de la nación, ante la carencia de fuentes externas de financiamiento, cayó rendido ante las virtudes de la inflación y del endeudamiento intra sector público que, en la coyuntura, funcionan como rueda de auxilio para licuar el gasto y estirar los recursos hasta fines del próximo año. Diversas estimaciones privadas asumen que la inflación de Argentina ya es una de las más altas del mundo, con niveles anualizados situados entre los 25 y 30 %.
A pesar de la alquimia del INDEC y de las palabras del gobierno para transformar la inflación en una sensación y tensión subjetiva, la sociedad percibe que una inflación real creciente carcome los presupuestos de las familias y necesariamente, orienta su rabia e impotencia contra las figuras del gobierno. Por la globalidad de sus conductas, el Gobierno consiguió que más de dos tercios de la población redujera los índices de aceptación de su gestión y expresara su profunda desconfianza ante toda y cualquier manifestación oficial. La separación entre gobierno y sociedad alcanzó en los tiempos actuales su mayor distancia y las elecciones de junio del 2009 anticiparon el rechazo que la sociedad expresa por las candidaturas oficiales.
La sociedad argentina se encamina a las elecciones del 2011 envuelta en sensaciones de creciente desconcierto: desconfía de los actuales gobernantes y de los políticos que le acompañan pero, simultáneamente, no logra percibir valores ni propuestas en los partidos y políticos situados en las veredas de la oposición. Bajo tales circunstancias, será forzada a transitar por los caminos de la impotencia: votar en blanco, anular el voto o dar el voto a candidatos que no cuentan con su confianza, simpatía ni preferencia. Lo trágico que encierra la situación descrita, más allá de la angustia de la sociedad, es la presunción de que los sentimientos negativos de incredulidad y frustración que podrán trasmitir los votos difícilmente alcancen para fertilizar esperanzas de un futuro mejor.
En cuanto ciertos organismos internacionales desconfían severamente de la gestión del gobierno argentino y restringen su apoyo para concederle financiamiento, agentes financieros privados que operan en la esfera de la banca internacional, frente a la abundancia de recursos disponibles en los circuitos bancarios y las elevadas expectativas de rentabilidad que el país ofrece bajo las actuales tendencias del comercio internacional, presionan por retomar negociaciones para financiar al gobierno argentino, independiente de las picardías cometidas al aplicar los datos oficiales del INDEC sobre los cupones asociados a los títulos de la deuda. Las operaciones de canje de deuda y concesión de nuevos préstamos que el gobierno viene negociando con la mediación de la banca internacional se insertan en esta encrucijada del capitalismo financiero donde no existe el pecado y predominan, nítida y exclusivamente, criterios de ganancia y rentabilidad.
Y en este clima de profunda desconfianza y desconcierto en el seno de la sociedad, la perspectiva de acceder a nuevos recursos financieros, procedentes de las reservas del Banco Central o de nuevos préstamos internacionales, potenciará las manos del gobierno para ampliar el gasto público durante el período preelectoral. Dentro de este escenario la sociedad tendrá que definir el resultado de las elecciones 2011.