La minificción

En los primeros días de octubre estuvimos, Mireya Keller y yo en Santiago, Chile, en unas Jornadas Trinacionales de Microficción. Como siempre, un placer. A la vista el esfuerzo y la organización. Lo palpable es la alegría de reencuentros y nuevos encuentros, hablar de literatura, escucharnos. La minificción, de moda hoy, plantea interrogantes y mayores o menores preocupaciones a muchos de nosotros. Algunos, como el escritor argentino Antonio Cruz, y la misma Mireya, temen una banalización del género, o para decirlo con palabras de Cruz, una «tinellización». No comparto esto en su totalidad. Sí creo que en momentos de auge hay confusión y «entra todo». El chiste fácil, el aviso publicitario, el espejo ramplón. Como es cortito, muchos se sienten tentados. Es más «fácil» que un cuento, ni qué decir, una novela. Pero también hay valientes que arremeten contra la longitud y escriben cuentos y novelas malísimos, también mediocre poesía y nadie teme por el fin de esas formas de expresión literaria.

Otro tema de debate, es la extensión e incluso la denominación. ¿Es microrrelato, minificción, relato breve? ¿Una página, 15/20 líneas, equis cantidad de palabras? Los teóricos no se ponen de acuerdo. Pero como dijo la siempre fabulosa Pía Barros, escritores, escriban, y que los críticos le llamen como quieran, la teoría siempre viene después. Para mí, genéticamente diseñada para la minificción, la exigencia absoluta pasa por la calidad literaria, otra vez, cómo se cuenta y no qué se cuenta.

Para terminar con las satisfacciones que nos sigue dando el microrrelato (y notarán que sigo sin usar una nomenclatura única, porque yo solo soy escritora y me da lo mismo), el sabado 8 de este mes de noviembre estuvimos invitadas en el programa » El living sin tiempo», que conduce Martín Gardella, a quien queremos agradecerle desde aquí, porque fueron dos horas que se volaron, amenas, distendidas, y que nos permitieron, a Mireya y a mí, volver a darnos un baño de radio, algo que seguimos extrañando mucho.

Zulma Fraga