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Método de lectura

Porque yo me pregunto a vos no te parece que te quejás de gusto, cierto que yo estoy yendo todavía por la vuelva 29, que como cifra ya empieza a ser una cifra te voy a decir, o al borde de la tercera, según como calculés. A vos hay dosis que no te agarran bien me decís, y ahora estás en la baja, que aparte mirá lo que es notarte se te nota no te engañés. Como la homeopatía que mi vieja me encajaba de pibe, que de golpe no sabés si tenés la cabeza en la rodilla o dónde, mama mama se te da por pensar y agarrarte a una teta, algo, hasta que te cambian el licopodium por la silícea o la calcárea fosfórica y entonces gritás pero qué infeliz, si todo era tan pero tan pampa húmeda, tan enagua de nylon en una de María Schneider. Vas a decirme: sí, después. Lo que pasa es que yo computo y al final eso, eso hace gancho che. Vos nunca computás. Quiero decir por ejemplo la vuelta 15, o la 21, cifras claves como ésas que si arrancaste bien te plantás a hacer una suma y resta para el otro despegue; cuando hay despegue, porque si no la hacés, una de dos: ni para atrás ni para adelante, y entonces Hiroshima, o si no un desagote y un destape que ni tiempo para ponerte el suspensor. Eso si arrancás bien en cada vuelta. Yo te cuento la mía. Me va. Pero computo. Y minga que mi veintiuna te acordás como fue, y con la pesada que se está viniendo con la treinta. De golpe igual perdés, perdés porque perdés no nos rompamos la cabeza, en unas de ésas te dejás tirada la billetera en el café que después andá reclamala, o la aplanadora te pisó el portafolio con armazón metálico, pero tenés que ser capaz de decir perdí, acá hay una biela que no camina, en la que viene hay que manijear la cosa de otro modo, entrenarse mejor, fricciones. Yo por ejemplo en un tiempo me paraba en las farmacias, por la balanza sabés, uan forma de saber desde dónde y hasta dónde no: el equilibrio, Libra, entendéme. Porque si no hay balanza, fijate que te pase como una noche que mandé el cómputo al carajo, un poco antes de todo esto de ahora, cuando al final pude volver del Sur; yo dije más de dos no voy, quise hacer tres y no te cuento: es que había gente, bueno alguien había. Yo tres no pude y tendría que haberme ido al mazo antes, o sea al slip: entonces computar, hacerse cargo; uno es uno, no el otro, joder. Vos computá. Y sí, es claro que duele: duele porque fijate, para darte una idea, ¿te imaginás llevando una mina al cine a ver una de emoción, y ella alisándose la pollera o sacando un chicle como si estuviera viajando en el 46, todo el rato? Te habías hecho ilusiones, compartir, yugarla juntos hasta que salvan al infeliz ése o lo liquidan con un shock eléctrico, lo vi en Clarín Revista que contaba un fato como ése pero a mí se me hace… que al tipo le pasó de veras con alguna mina; te das cuenta, y la otra todo el tiempo mascando. Aparte vos sabés que a mí el cine; las que dan por la tele con decirte que me las veo repetidas tres veces; o cuatro, si es que no es muy opiante. Vos no, ya sé. Y a vos cuál es la que te viene bien, francamente. Vos no desenchufás, no te aireás: mirá tené cuidado porque si no el estrés y entonces. Pero hay un arte para desenchufar que te sale barato; ejemplo: yo apoliyo; siempre queda algo a mano que te sirve, eso hay que metérselo bien adentro. Porque es un arte si te lo proponés, pantalla panorámica apoliyando, yo ya aprendí, te cuento porque sirve, vos que estás tan así te digo que te sirve, escuchá. Propiamente un laburo de mánager, creéme, que dice hoy te podría tocar por ejemplo éste, digo esta soñata, que es justo en Gessell y con un tiempo de postal de importación, ni una nube, zampándose en tirabuzón en las olas; o en una pieza con quién vas a decirme, para mi gusto, y, de cajón con la María Schneider, la que pasaron cortada por Canal 3 este verano, esa mina sí que no te pone lo que se dice un pero, decímelo a mí, es increíble. Claro que hay vueltas que no hay caso, no está, no se aparece, la estás jugando de ‘rogadicta’ le digo yo en la soñata, que viene, y ella se ríe un poco porque sabe que le hice mi buen corte de manga en el intermedio, sabés con quién: cantá, cantá: y bueno con la Borges, y una vez peor, con Mirtha en pleno almuerzo de tevé, morfé como un gordo chancho, al menos eso che. Y ella se ríe, entiende. Gracias, mamerto, prendete el tuyo. Cuándo vas a entender que van tres años que no echo humo. Mirá ahí viene la vieja, otra vez esa risa con cara buena de trampera, una risita que se cae, para mí que algo sabe y el viejo que aporta poco porque con la esclerosis, con ellos no hay manera. Y entonces ya te digo: no sé qué tanta cosa con ese lío de tu mudanza, que aquí que allá, si al final son siete cuadra más del laburo, que todavía las podés hacer caminando, y nada más que un piso más arriba, perdón sí, dos, ya sé sin ascensor pero si no calculo mal no pueden pasar de treinta escalones, decime qué merengue te hacés. Vieja arrimá otro vaso para vos así los dos se mandan ese vinito juntos, que yo me voy con tutti a mi tazón de caldo desgrasado, a esta hora no te vas a creer pero es la gloria este caldito con el ofri que hace, la otra vez como que me hablaba, el caldo te das cuenta, ya sé es de locos pero ahí tenés otra cosa que de seguro no aprendiste y es tan lindo, llevarle el apunte a las cosas, seguir las vueltas del humito, escuchar qué sé yo qué en el fondo de la taza, cuando estás solo. Uno se las rebusca cuando está los días solo. ¿Vos nunca hablás con las cosas? Los lunes lo veo al Jacinto: ¿che se nos quedó mudo? A veces pienso qué le pasa conmigo; un póker o un programa de tele, la lengua en el bolsillo, y chau. Eso sí no te falla un lunes: ocho y media Jacinto como un solo hombre, hasta las diez o hasta las once en esa silla que estás vos: pero está ladeado, y algo tiene conmigo. O a lo mejor él también sabe, como la vieja: como si a mí, pero haceme el favor. Al final era mejor con el Fabián, el Fabián en la chacrita de Santa Cruz cuando el fato de la colimba que tuve que borrarme de la Capital por cinco años, no un momento, cuatro y once meses, a un promedio, creéme, de no ver bulto humano en tres, cuatro semanas. La chacra y yo, yo y el Fabián: una vez me curó una llaga de la pierna lamida a lamida, todas las tardes, todas las mañanas, esos bichos de monte debían de ser, y se me acomodaba en el catre a la hora de dormir pero él se atajaba el sueño hasta que me veía bien frito y al primer sol como una fija el hocico del Fabián despertándome, o una cabriola de la cola del Fabián. Hubo una vuelta que me agencié un tarro de yerba y casi le cebo uno, te juro. O le contaba alguna de Kirk Douglas, de cuando pibe, y él querés creer que paraba la oreja. Fabián fue mi calcárea fosfórica ves, siempre algo queda a mano, eso tenés que grabártelo bien acá. Decime vos sabés si alguien supo más nada de aquel gran hijo de puta, mirá que reventarlo a uno así en plena colimba, buena palanca tiene que haber agarrado para pasársela a lo duque por Lavalle en pleno sábado con una muerte en la chaqueta y yo de chivo emisario en Santa Cruz. Perdoná, mirá para otro lado, es la sonda. parece que la cosa va con sonda hasta el final del partido. Bah es un decir. Dos meses y un día y entro en la vuelta 30. Los ceros empiezan a hacerse jodidos te lo reconozco pero a la larga hay que bancársela. Y qué se yo si por ahí la chingo a ese cero; no, palabra, lo que es es, ya lo voy campaneando por cómo crece la trampera en la cara de la vieja, y yo la semblanteo, la estudio, también casi tres años la pobre yendo y viniendo al hospital, yendo y viniendo al hospital conmigo; por lo menos ahora es otra cosa: yo lo pedí, el viejo solo en casa es un peligro, la regresión sabés, el bocho no le anda. Este cero ya veo que me lo salto. Sacá la mano, la verdad es la verdad, yo no me engrupo fácil. Treinta che. ¿Capaz vos no sabías que este cuerpito era de Libra? Vos con tus 35, qué te podés quejar. Y te quejás, no ves, sos un chantún. vos con tus 35, pero decime. Pará, me parece que entra el de la inyección, si me aguantás un poco que a veces no encuentra la vena, ahí nomás la seguimos, a vos hay que meterte aire con fuelle porque si entrás a desinflarte, mirá yo te conozco. Pero te digo, computá; porque ahora me decías que tu mujer otra vez con el bombo: o vos no te das cuenta que cinco bocas son cinco bocas; con lo que está la vida. A veces no te entiendo. Si están ésos marca japonesa, caja de envoltura dorada me han dicho, no fallan te lo juro, vienen de a dos docenas me parece. Sí, vos reíte pero tu piba, flaco, qué promesa, ésa que me trajiste sí que es una fotazo, ¿está así de verdad? ¿ya entró en el secundario?

 

Buenos Aires, marzo de 2005.