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«Tantas resucitarás…»

Es el último día de octubre, sábado a la tarde, llueve en Buenos Aires. Acabo de ver y oír un DVD de Mercedes Sosa, un show en vivo, desde el exilio. Tal vez porque yo no soy una melancólica, a pesar de que esta tarde gris predispone para eso y para sentir presentes las grandes ausencias, la palabra que define mi estado de ánimo es embeleso. Una Mercedes no lejos de sus 40 años, bella, vestida de negro con un poncho rojo y negro, sola en el escenario con su bombo y un guitarrista. Y esa voz inmensa, cristalina, que ocupa todo el espacio. Canta Piedra y camino, Chacarera de las piedras, Guitarra dímelo tú, y se me pone la piel de gallina. Canta Duerme negrito y lloro. Canta Gracias a la vida y yo también le doy las gracias, por ella entre tantas cosas. Y cuando canta Antiguos dueños de las flechas le pide todo a su voz incomparable, hasta largos momentos a capella. La belleza de esta mujer es criolla y ella puede decir, desde ese escenario: “los tobas, nuestros compatriotas”. El exilio hizo sufrir a Mercedes y se lo cobró en el cuerpo. Países canallas estos que obligan a irse a sus artistas. Me he preguntado dónde está el peligro en esta mujer sola en un escenario. Escuchándola cantar, días pasados “defender mi ideología, buena o mala, pero mía” entendí. Eso hizo Mercedes Sosa: no claudicar, abrir puertas, ser generosa, cantar. Y estará resucitando, cada vez que la escuchemos.