Un día cualquiera
Hoy tengo deseos de escribir, no sé siquiera el día que es. Digamos uno cualquiera.
Soñé que la nieve ardía / soñé que el fuego se helaba
y por soñar imposibles / soñé que tú me querías….
¡Cuántos años hacen que esta estrofa está aquí adentro! Papá la recitaba, como “Le corbeau”, con gracia natural, entonación particular y viene a mí en el instante en que pienso en nuestro amor. Yo te amo. ¿Me amás vos? ¿En tu pecho sentís el mismo latido mío? ¿Acaso tus manos sudan como las mías? ¿El vahído que me acomete te invade igual que a mí? Sólo espero tu llegada. Me regodeo al presentir tus pasos presurosos, esa sonrisa amplia que descubre tus dientes blancos, perfectos, tan perfectos. Me pregunto ¿podremos alguna vez llegar a poner nuestras cabezas en la misma almohada y preguntarnos en la mañana cómo hemos despertado? No contestás mis últimas cartas. La espera hace que me sienta inmoralmente impaciente. Me asusta pensar en nuestro encuentro. Mi alma, mientras el aire envuelva mi doliente cuerpo y el temor se ensañe hasta la sima, seguiré buscando en lo profundo, ahí, entre tus brazos donde pretendo cobijarme, para desentrañar el misterio, el interrogante de mi vida misma. Tengo las alas quebradas en el esfuerzo delirado por volar hacia vos. El miedo me alucina. Anhelo en silencio que apacigüe la tormenta, las hojas de este invierno se dispersen, se sosiegue el viento y en un letargo, la turbación de paso al descanso de mi mente. Harta estoy de vibrar en esta espera. Miro a través del cristal del ventanal, oteo el infinito desesperada, me pregunto si en el titilar de las estrellas amagadas en el cielo oscurecido, culminan ya las formas fantasmales de tu ausencia o los dioses interceden y convierten en luz las sombras de mis sueños…y tal vez reviertan el sino y pueda bailar esa danza ensoñada, voluptuosa. ¿Llegará la pretendida felicidad que ansío? ¿Se hará verdad esta danza que imagino afrodisíaca?
Dejo de escribir y salgo a las calles a buscar un signo de tu amor. Mil pájaros cantan a la felicidad, mil flores la perfuman. Quizás vengas a mi encuentro. Te aguardo.
Quizás traigas una rosa blanca, yo recueste mi cabeza en tu hombro y deslices tus manos sobre mi pelo negro que peino con ahínco exclusivamente pensando en vos. Ambiciono hallar el punto exacto del fugaz momento en que se fundan el amor y mi atormentado intento. Quiero gritar por las calles que te amo. Definir que ese es el amor y acceder al subrepticio, al diminuto éxtasis del instante en que se encuentren nuestras miradas. Elucubro que de tus manos vendrá la fuerza para soportar, vivir, en esta silla que me ata en este mundo lleno de esperanzas muertas y…revivir.
Sé por qué sufro, por qué lloro aún teniendo vida todavía.
Sé también…que jamás has existido.