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Ver llover, Machado Germán, de la Iglesia, Fernando. calibroscopio, buenos aires, 2010

Tapa y contratapa bañadas en agua. Llueve por los dibujos. Me llueve esa lluvia invitadora, que desafía en sus propuestas. Versos e ilustraciones desgranan gotas multicolores, en un diálogo que se expande. La poesía puesta en color; el lenguaje, sonoridad y ritmo en una manera de decir y de mostrar que se hunde en el lector, que lo convoca porque lo obliga a detenerse, a caminar de otra manera y desautomatizar los pasos, la mirada, el apuro: “¿Qué color tiene el aire/ y el agua/ y los soplidos del viento en una tarde de lluvia?”  Esa voz en segunda, que invita a la charla, que propone recorridos de estreno. Y me prendo fácil a la convocatoria y al hablar de mi lectura, de esta lectura irreverente, desparramo piezas de mi vida sobre la mesa. Algunas aletean, otras solo duermen en un frasco vacío. Pero las gotas golpean, lavan, bañan y recorren. Este texto me marca. Hace rato que me marca. No lo descubrí hoy, sino que viene desde 2010 hablándome bajito. En un codo a codo que huele a tierra mojada, a pasos apurados, a paraguas desmantelado por el viento.

Ver llover agudiza mi vista y mis recuerdos. Algún café de Buenos Aires, desde el que vi llover y un tango húmedo que trae ciertas cosas que la vida trabajó con dolor porque la lluvia y la poesía del tango tienen una larga e íntima amistad. La lluvia gris golpeando caras y cristales y Cadícamo que me murmura “Afuera es noche y llueve tanto”.  Desde la pantalla, en Lluvia, la cara de Valeria Bertucelli y las gotas salpicando la inteligencia dolorida de su cara. ¿Por qué la lluvia? ¿En qué charco de infancia me quedé para sentirla tan a fondo? ¿Cuántas veces caminé para que las gotas me dijeran algo? “Dependen de tus ojos/los colores.”

Recuerdo una tarde de febrero, la piel joven. “Las cosas que comienzan con lluvia siempre terminan bien”, eso dijo. La vida se encargó de desmentirlo. Pero ese abrazo mojado prometía un arco iris. Lo hubo, pero tan chiquito que se agitó entre las nubes para después perderse, vaya uno a saber dónde.

Desde la tapa como en un espejo, leo de arriba hacia abajo y a la inversa. Los autores, inmersos en el mundo poético, participan de la lluvia, ya desde los paratextos. Nada queda librado al azar. Hay poesía en cada trazo, en ese vaivén de juego y color, la imagen recortada, la impronta del niño que con su crayón armó su escena; en cada palabra explotada en su sentido y sonoridad. Un ir y venir de sensaciones. Discurrir de memorias y de miradas. Las lluvias. Mis lluvias, las amigas y las que arrasan. “rojo, azul, amarillo,/ gatos, coches, llovizna”. Y hay rostros, sonrisas, algún llanto, un árbol. La Lluvia a rayas, en gotones, en cascada. Lluvia con luna de Melies que me lleva a Selznick y a Scorsese. Magia del cine y de la literatura puestas allí, desplegando posibilidades.

Lectura, que me llevó por un río de gotas. Como la vida en un cauce de días sorprendentes. Nada es opaco bajo la lluvia. La foto de una mujer con sombrero. ¿Delmira Agustini? Busco. Leo poemas. Me inclino por Idea “Estoy/y arrecia el viento/ y truena/y llueve […]

Sé que la travesía recién empieza. El libro me sorprende cada vez que lo exploro. La boca del huracán captura secretos. Me hundo. En el próximo encuentro, tal vez, pueda sistematizar tantas emociones.

Acerca de Saer y Le Clézio

¿Las casualidades existen? Me lo pregunto cuando observo sobre mi escritorio las dos tapas casi idénticas, misma editorial, color, la misma dedicatoria de la amiga que me los regaló en fechas diferentes. Salvo esos detalles, no imaginé que entre sus páginas también encontraría coincidencias. Los dos libros, en apariencia, estarían en las antípodas: uno es el último de Juan José Saer, “La grande” (2005) y el otro uno de los primeros de Le Clézio, reciente Premio Nobel de Literatura, “El diluvio” (1966).

Saer es como un viejo conocido, leerlo es encontrar, o más bien, reencontrarse con esos mismos personajes, geografías, problemáticas. Es recorrer cada página admirando la maestría de su lenguaje, el eco de sus repeticiones, ese puntillismo descriptivo muy a lo Robbe- Grillet, escritor francés recientemente fallecido que lideró el importante movimiento del nouveau roman en los años cincuenta. Y desde mi propia subjetividad, lo que más me atrae en la literatura de Saer es la creación de ese mundo distintivo, especial, diferente, quizás filosófico, que contiene y completa el universo saeriano en cada uno de sus escritos. Esto está también en su última novela que dejó inconclusa, la muerte lo sorprendió antes de terminarla. Pero todo su espíritu, su genio, sus también demasiadas reiteraciones, están, intactas, en “La Grande”. Hasta aquí ninguna sorpresa. Lo que realmente me admiró, fue encontrar un Le Clézio completamente diferente, por ejemplo, del Le Clézio de una de sus últimas novelas, “El Africano”, una biografía sobre su padre, en la que el lenguaje es llano y directo, no hay artificios verbales, ni de tiempo, ni de gráfica. Es de una lectura fácil. En cambio en “El diluvio”, y muy acorde a la época en la que fue escrita, los años sesenta, cuando se experimentó, a veces hasta la exageración, con el lenguaje y en general con las formas de la novela, encontramos un Le Clézio mucho más intrincado, diferente, e increíblemente emparentado con Saer.
Leemos en “El diluvio”:

…Los colores, igualmente, dotados de un nombre, las tres cuartas partes del tiempo podían suscitar la ilusión de lo abstracto. Los rojos, los blancos, los castaños, los verdes, los azules. Era a causa de ellos que, a menudo, el paisaje se dividía, se resquebrajaba…
…Un paquete de cigarrillos vacío, abandonado allí una hora y media antes, yacía sobre el alquitrán, en el frío. No era más que una mancha, azul vivo, hundida, en medio de la inmensa extensión de oscuridad…

Leemos en “La grande”:

… Los segmentos de la copa reproducen los colores del espectro, rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo, violeta, en secciones idénticas, y el conjunto de los dos hombres y el paraguas forma una mancha multicolor, móvil y nítida, que resalta con vividez contra el fondo gris que ha ido oscureciéndose por el doble efecto de las nubes y el crepúsculo..

En “El diluvio”:
…Abajo, la ciudad estaba aplastada; en ciertos lugares, las casas  y los jardines dibujaban su geometría hasta la náusea. Un vello muy pálido y silencioso taponaba los tejados y los muros. Enormes bloques deslumbrantes se apoyaban, cuadrados, sobre el suelo…

En “La grande”:

…no hay más que algunas casas aisladas, de ladrillo sin revocar, construidas en el perímetro exterior de los terrenos cuadrados que constituyen las manzanas, como en tantos otros pueblos en los que las afueras, aunque incluidas en el égido urbano por el diseño geométrico que las delimitó desde antes de la fundación del pueblo…

Y podríamos continuar así por páginas y páginas. Además del parentesco formal, encuentro más coincidencias: la lluvia, que cae y a veces desborda sobre el paisaje y también sobre los personajes, impregnándolos de humedad y misterio, y la música, presente y distinta en las dos novelas.

La lluvia en “El diluvio”:

… Todo terminará así. En la espera, el agua continuará corriendo a lo largo de los surcos, muchas casas flotan, aquí y allí, en los charcos, sobre la calzada. Era el principio…
… La lluvia chocaba suavemente contra estas osamentas con un dulce rumor viscoso, y entre gota y gota de agua, en medio de cada reventar sonoro, nacía un torbellino, que orientaba de nuevo los elementos hacia el centro del cristal de la ventana…

En “La grande”:

…Esa clase de lluvia silenciosa, sin tormenta, sin viento, sin truenos ni relámpagos, por acumulación gradual y casi subrepticia de nubes bajas y oscuras, tan cargadas de agua que a causa de ese exceso se rompen, repentinas, y se vuelcan sobre las cosas…
… Y le parece ver en las hojitas que se sacuden silenciosas por la caída de las gotas, en los impactos contra la tierra amarillenta y, sobre todo, en el tumulto que las gotas agregan al ametrallar en infinitos puntos diferentes y simultáneos la superficie crespa del río que la lluvia vuelve todavía más agitada…

La música es un elemento siempre presente en “El diluvio”, en forma directa, ya sea a modo de comparación, de metáfora o de herramienta:

…Yacía allí, nadando en el ocre y en lo mojado. El silencio había invadido el mundo en círculos concéntricos. Un sol ovoide se repercutía hacia el infinito contra los tableros; centelleaba en el blanco y en el dolor. Un cierto aire de música atonal, desprendida de su substancia, seguía su curso, como una escritura…
…Pero muy pronto las notas se multiplicaron, la voz de la garganta devino una verdadera orquesta sinfónica, con trompeta, clavicordio, oboe, flauta, violín y violoncello, arpa y címbalos. Cuando se hubo cansado  de descifrar las partituras y de trabar sus melodías en todos los sentidos, abrió los ojos; y se sentó en la cama a esperar…

En Saer, en toda su obra, no solo en “La grande”, la forma misma de su escritura es sutilmente musical, el devenir de sus personajes también lo es, sus tramas, todo el armado de su escritura, con sus temas, subtemas, repeticiones, ritmos, da capo, coda, casi como una partitura barroca.
En “La grande”:

…En el silencio de la costa que la llovizna callada ni siquiera interfiere, cuando se han alejado lo suficiente del agua como para dejar de escuchar el golpeteo rítmico de la orilla, es el ruido de sus propios pasos, chasquidos, roces, golpes, contra arena, agua, yuyos, barro chirle, lo único que se escucha, con un ritmo complicado pero sostenido, en el que a veces algún resbalón o alguna interjección involuntaria introducen una disonancia efímera…

Qué intento decir con este contrapunto entre dos autores que no son una copia, no hablan de lo mismo, sus tramas son diferentes, sus personajes también, pero tal vez la técnica, el modo de expresarlo, algunas herramientas de lenguaje, están en ambos muy influidos por la concepción detallista de las cosas, del paisaje, del mundo, que está en la propuesta de la corriente que lideró Robbe-Grillet, en la que los personajes son penetrantes observadores del mundo y de los objetos, porque son éstos, es decir, el afuera, lo único que posee la cualidad de lo real. Claro que ni en Saer ni en Le Clézio esta concepción ha sido llevada al extremo.

Para concluir, desearía apuntar el valor de la continuidad, de una escritura siempre fiel a sí misma, que se dio en Saer a través de toda su trayectoria y que no se mantuvo en Le Clézio. Tal vez esa fidelidad es la que, más allá de gustos subjetivos, forja la admiración por ese universo rico y diferente que creó Saer a lo largo de su vida y para siempre.

“que por doler me duele hasta el aliento”

Escribo esta nota el día que murió Eladia Blázquez. Insomne crónica, la noticia me llegó muy temprano desde la televisión. La conocí alguna vez, en relación a mi actividad profesional y admiré su ubicación, su bajo perfil para la vida cotidiana. También admiré, y mucho, a la artista, su música, su postura ideológica. Todos los medios audiovisuales de la ciudad están hablando de ella. A partir de mañana, lo harán diarios y revistas. Se lo merecen. Y lamento que se mueran los buenos.
Pero el 6 de agosto se murió Nira Etchenique. Autora exquisita, su novela Persona, completamente agotada, sigue teniendo hoy la fuerza, la contundencia y la actualidad que mostró hace más de veinte años, cuando fue escrita. El libro de poemas Diez y punto suena una y otra vez en mi casa, con su voz, desde un CD, desde el día de su muerte, y me hace llorar, y me acompaña. Novelista y cuentista, poeta, periodista, mujer de su tiempo y comprometida con él, de una conducta éticamente intachable, a la que la historia trágica de este país le cobró una hija y la obligó a mayores luchas y al exilio, Nira ha merecido apenas una notita escondida en un diario, un programa que le dedicó Amílcar Romero, el que el domingo 4 de setiembre haremos en Contextos. Nada más. Ninguna de las dos sociedades que nuclean a los escritores argentinos hizo un solo comentario público, ningún suplemento ni revista literaria le dedicó una página.
Es cierto, las artes del espectáculo son más redituables, pero Nira Etchenique es un lujo para la cultura argentina y a mí, que su ausencia me hace doler hasta el aliento, el silencio a su alrededor agrava esa pena y exalta la injusticia.

Quedan los libros

El sábado 11 de junio, sobre el fin de la tarde, estaba en casa de unos amigos, haciendo un guiso de lentejas. Mi amigo, costumbre argentina, cortó rebanadas de pan y de salamín, y yo conté que cuando leía Nadie, nada, nunca , uno de sus personajes, Washington, en Rincón, prepara un vermut, pone soda, hielo, corta pan y salamín. La descripción era tan efectiva y apetitosa que dejé de leer, salí, compré un pan y un salamín, los corté y seguí leyendo mientras comía.

El domingo a la mañana, lo primero que vi al abrir el diario fue la noticia de la muerte de Saer. Igual que con la de Cortázar lo primero es un dolor intenso, la sensación de injusticia (como si la justicia fuera biológica), quedarse huérfano para siempre del placer de asomarse a un nuevo libro. Conozco la ciudad de Santa Fe, conozco Rincón, sé lo que es calor, la lluvia, la crecida. Por eso quizás desde siempre me sentí en los libros de Saer como en casa y disfruté del placer de reencontrarme con sus personajes en los distintos textos, personajes que crecían, maduraban, pasaban por crisis y resurgían, como Tomatis, o perdían el pelo como Pichón Garay, o eran desaparecidos, como el Gato Garay, su mellizo.

Pensar que yo hablaba de Saer en un atardecer de Buenos Aires quizás en los momentos que él estaba muriéndose en Francia me consuela con una suerte de continuidad poética y me hace sentir que, si bien ya no leeré los nuevos, siempre puedo volver a sus libros y reencontrarlo ahí, con todos sus personajes, mis amigos.

Literatura alemana. LOS “APUNTES” DE HORST DRESCHER

HORST DRESCHER
Escritor alemán, nacido en 1929, reside en Leipzig. Durante los quince años en los cuales no pudo publicar en la República Democrática Alemana acumuló apuntes. Reflexiones acerca de la condición humana, no siempre circunscriptas a las circunstancias particulares de una sociedad socialista. De aquellos 10.000 apuntes logró finalmente editar una selección censurada de 500 en 1988. Luego de la caída del Muro apareció una versión ampliada de 1.000, la cual se agotó rápidamente. Él mismo se considera «con creces el más desconocido entre los escritores prestigiosos de su país». Esta situación comenzó a modificarse con la reunificación alemana. Sin embargo, adquirir un ejemplar de la obra de Drescher no fue durante bastante tiempo una tarea sencilla. Fue editada en Berlín Oriental, y en consecuencia si bien figuraba en los catálogos no solía estar en las estanterías de las librerías occidentales. El plazo habitual para obtener un libro era de 48 horas, pero si la editorial pertenecía a la «otra» Alemania, el término se extendía, incluso dos años después de la reunificación(1991), a un mínimo de 20 días. Es decir, como si proviniera del extranjero…

A primera vista
Quienes han sido educados puramente en lo intelectual tienen a menudo tantísima razón; así como los alcohólicos a menudo aparentan tantísima salud.

Así de simple
Para encontrar gente hay que serlo uno mismo, basta con serlo uno mismo. Es así de simple.

Consecuencias
El moralista incorregible se arruina la vida tan consecuentemente como el bebedor incorregible arruina la suya. Así como el bebedor exige demasiado a su cuerpo, el moralista exige demasiado a la sociedad.

Corresponsal de guerra
Quién no conoce casos de automutilación intelectual con el único propósito de evadirse de la zona de fuego ideológico.

Diferenciación de secuelas
Entre las cosas que a uno le hacen enla vida, hay algunas que uno perdona, pero no olvida; pero también hay algunas que uno olvida, pero no perdona.

Domesticación
Los animales son castrados con cuchillo, rápido y sin dolor. Las personas son castradas mediante miedos. Larga y dolorosamente, dolorosa y largamente.

En el momento crítico
En el momento crítico la vida se comporta contra nosotros como un comandante altamente capacitado. Los golpes definitivos provienen de una dirección inesperada; los golpes definitivos provienen del único lado que no habíamos protegido.

Hacia arriba
Siempre se dice que el genio se compone de un 1 por ciento de inspiración y un 99 por ciento de transpiración; pero a quien logra fama, gracias a un 1 por ciento de transpiración y un 99 por ciento de maquinación, no se le puede negar una cierta genialidad.

Ilustración
En el día de nuestro nacimiento nos tendría que decir una voz: a partir de ahora todo lo que digas puede ser usado en tu contra.

Pequeño lapsus
Por qué será que en todas la épocas los escritores que hacen literatura tienen dificultades, y los escritores que no hacen literatura la pasan bien.

Pregunta ingenua
Por qué no se incluirá el delito «ingenuidad» entre los delitos del Código Penal, entre los delitos que son castigados consecuente y duramente. Puesto que se la castiga dura y consecuentemente.

Una profesión peligrosa
Un escritor no es un benefactor del mundo, un escritor es un testigo. Es por eso que tantos escritores debieron morir, habían sido testigos. Y tantos han muerto porque no querían ser testigos, ¡pero eran escritores!

Asombro justificado
Uno ha cumplido cincuenta años, en Europa Central, en el siglo XX, y encima uno es de nacionalidad alemana. El corazón y los pulmones funcionan, uno tiene dos manos e incluso todavía puede caminar. Hasta el cerebro funciona bastante normal. Uno no puede menos que sorprenderse.

A veces
A veces pienso que este mundo nuestro sólo es uno entre muchos mundos posibles. Es, por supuesto, una feliz coincidencia que el nombre de León Tolstoi sea conocido en el mundo y en todas las historias de la literatura como el autor de La Guerra y la Paz.
En otro mundo, quizás andaría en boca de todos el nombre del hombre que estampó el imprimátur en el manuscrito; en todas las historias de la literatura figuraría el nombre del hombre que autorizó la impresión de la novela La Guerra y la Paz. ¿Quién de nosotros conocería esta novela de la literatura universal, si no fuera por él Sin este gran hombre de la administración cultural hubiese podido escribir León Tolstoi muchas La Guerra y la Paz. ¿De qué le habría servido a él, de qué a nosotros?

Caracteres equilibrados
Burócratas medianamente corruptos y medianamente perezosos apenas si pueden fracasar; su pereza reconoce límites debido a su actividad en materia de corrupción, y su actividad en materia de corrupción reconoce límites debido a su pereza.

Cómo sería el mundo
Cómo sería el mundo, si durante una larga vida uno no aprendiera a hablar, sino que en él durante una larga vida uno aprendiera a callar.
No se valoraría el habla, sino que el silencio se diferenciaría cada vez más. La con- fianza se desarrollaría entre las personas no por el modo y la manera del habla, sino que uno observaría sobre qué calla el otro. Y así nacería la confianza.

Consejo
Y si a uno no le queda más remedio que hacerse aconsejar por sus enemigos, entonces por lo menos no habría que hacerse aconsejar por sus enemigos más inteligentes.

Dialéctica
Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Qué increíble desarrollo de una persona: de la mira- da fogosa del ingenuo amigo de Hölderlin en el seminario de Tubinga, hasta la mirada desconfiada del poderoso profesor titular de filosofía de Berlín.
Quién tenía que concebir la dialéctica hegeliana, sino Georg Wilhelm Friedrich Hegel.

En el momento crítico
En el momento crítico la vida se comporta contra nosotros como un comandante alta-
mente capacitado. Los golpes definitivos provienen de una dirección inesperada; los golpes definitivos provienen del único lado que no habíamos protegido.

Escucho…
Durante el feudalismo el rey concedía audiencias a las cuales podía concurrir personalmente el más humilde de sus súbditos y presentar sus quejas.
…y me sorprendo.

Evaluación
De acuerdo con mi estimación hay en nuestro país por cada uno que hace algo, dos que evalúan lo hecho, y los evaluadores deben por su parte ser evaluados; y los evaluadores de los evaluadores, ¿creen por ventura que quedan sin ser evaluados?
Ya todos, todos, todos, todos, todos se los calcula como población ocupada.

Información
La frase “una buena persona” tiene, entre personas emprendedoras, una connotación que nos dice mucho sobre las condiciones del mundo en el cual vivimos.

La muerte de los justos
Estos justos no murieron debido a las injusticias que les infligieron los injustos; murieron debido a las injusticias que les infligieron los justos.

Modos de tratar el mundo
Hay dos tipos de personas activas: aquellas que prosperan y aquellas que no prosperan.
Las que prosperan utilizan el mundo tal cual es. Los activos que no prosperan quieren cambiar el mundo, mejorarlo.
Afortunadamente, el mayor benefactor del mundo fue salvado del hambre por su próspero amigo Friedrich Engels.

Momento histórico
Yo sospecho que la burocracia se siente cómoda en cualquier estado moderno, al igual que se sintió cómoda en cualquier estado antiguo; pero cuando se despertó en el socialismo real existente, entonces, sin lugar a dudas, se sonrió interiormente, y se dijo: muchachos, esto es lo nuestro, esto lo desarrollamos a nuestra medida.
Y desde entonces prospera como nunca antes había prosperado la burocracia; pero sobre todo ahora prospera en nombre del proletariado, florece en nombre de la paz. Quién pida su cabeza bien alimentada, pretende hacer retroceder la rueda de la historia, ¡quiere sometimiento y guerra! Así que a agacharse y llenar formularios, pues quién quiere guerra y sometimiento.

Lamentablemente
En contraposición con la rueda de la historia la rueda de las ilusiones admite el retroceso. Hasta el punto de partida. Hasta cero.

Las clases nuevas
La población de la RDA puede ser dividida con bastante precisión en 3 clases: los privilegiados que reciben todo aquello que la gente precisa o desea. Los vivos y corruptos que consiguen lo que la gente desea o precisa.
Y la gran masa que produce o brinda lo que la gente precisa o desea.

Nuestra vida
Nuestra vida sirve a fines muy diversos. Entre otros parece servir al fin de hacer ver a la gente que piensa, de hacerle ver de un modo muy doloroso, qué es lo que cada uno podría haber llegado a ser. Y lo que uno ha llegado a ser.

Observación (IV)
Cuán rígida es la mirada de los ancianos, como si hubiesen visto demasiado.

Palabras
La expresión “silencio mortal” es uno de los vocablos más letales. Es además una pala-
bra de acción.

Propuesta
Los escritores que ya describieron en varias ocasiones, y cada vez de un modo distinto, su primer contacto personal con el marxismo leninismo, dichos escritores pueden incurrir fácilmente en una crisis creativa. Para evitarla, que simplemente escriban de una vez cómo fue de verdad.

Sobre la producción
La producción de ilusiones es una de las producciones más importantes; pues un pueblo que no alberga más ilusiones, tampoco hace otras cosas.

Santiago de Chile. Breve crónica de un enorme encuentro. La microficción toma por asalto a Buenos Aires

Recientemente, entre el 21 y el 23 de Junio de 2006, tuve la fortuna de asistir al Primer Encuentro Nacional de Microficción en Buenos Aires, cuyos organizadores fueron los escritores Luisa Valenzuela, Raúl Brasca y la profesora Sandra Bianchi. El evento se realizó en el local del Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA), a pasos de la avenida Santa Fe y tentadoramente cerca de aquella maravillosa y envidiable librería llamada Ateneo. El Encuentro contó con el auspicio del Fondo Nacional de las Artes (FNA) y la Sociedad de Escritoras y Escritores de Argentina (SEA), y el apoyo de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura de España.

Este encuentro –exitoso en todos los frentes- rebasó con mucho la condición de nacional, no sólo por la asistencia de microcuentistas de todas las regiones de Argentina, incluidas las más extremas, sino que debido a la presencia de escritores, editores y académicos de otras latitudes. Estas características hicieron especialmente interesante al evento, tanto en contenido como en diversidad. En sus tres días se sucedieron mesas redondas y lecturas que recorrieron los múltiples recodos de la microficción, algunos de ellos bastante intrincados por cierto.

El impacto del Pulgarcito de la Literatura

Un creciente interés por los diversos tipos de minificción se propaga en el mundo hispanoamericano (y por cierto más allá también). El microrrelato va acumulando las miradas de los estudiosos en la misma medida que va cautivando la pluma de los escritores. Incluso han surgido editoriales especializadas en este nuevo género literario. En las universidades se advierte la posibilidad única de asistir a la gestación de un género nuevo, cuyas reglas aún están siendo establecidas sobre la base heterogénea de la actividad creativa en curso.

El microrrelato se resiste a las definiciones rigurosas y toma diversas formas que generan dolores de cabeza para los estudiosos. La búsqueda de sus orígenes geográficos, estéticos y temporales tampoco es tarea sencilla, requiere una investigación paciente y prolija.

Una serie de congresos da testimonio de este interés que crece como bola de nieve. EL primero de estos Encuentros Internacionales de Minificción se efectuó en México en 1998 por iniciativa de Lauro Zavala (profesor investigador titular en la Universidad Autónoma Metropolitana de México), uno de los principales estudiosos y antólogos del género, que estuvo presente en el reciente encuentro de Buenos Aires.

El segundo congreso de la serie ocurrió el año 2003 en Salamanca por iniciativa de Francisca Noguerol (profesora titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca)–también activa participante en Buenos Aires- y resultó en un hermoso y consistente volumen llamado Escritos disconformes: nuevos modelos de lectura.

El tercero de la serie de estos encuentros internacionales correspondió a Chile, con la Universidad de Playa Ancha al frente y el profesor chileno Eddie Morales en la coordinación el año 2004 en Valparaíso. También de este evento emanaron actas de sus discusiones y ponencias.

Mención especial merece el Presidente Honorario del encuentro, el profesor emérito de la Universidad de Tucumán, David Lagmanovich, argentino de nacimiento, pero patrimonio de toda Hispanoamérica. Ha sido el primer investigador destacado del microrrelato, maestro de maestros, de fecunda obra académica a la que añade su propia producción en el género.

Presencia heterogénea

A los ya nombrados investigadores Lauro Zavala de México y Francisca Noguerol de España, se añaden Francisco Valls de la Universidad Autónoma de Barcelona, quien además dirige la revista literaria Quimera y la colección de microficción Reloj de arena de la editorial Menoscuarto; y José Díaz, fundador de Thule Editores (Barcelona), un sello dedicado exclusivamente a este género. José Díaz es un gran promotor de la mafia invisible del microrrelato, como él mismo la ha denominado humorísticamente en su ponencia del Encuentro.
En cuanto a los autores extranjeros participantes estaban José María Merino (español, un activo cultor del género), Gabriel Jiménez Emán (venezolano, autor de varios libros de minificciones); Marcial Fernández (minificcionista y editor de Ficticia, otro sello que hada espacio al género). Chile estaba presente a través de Virginia Vidal y el autor de estas líneas.

Los anfitriones tienen una fuerte tradición en el microrrelato y exhiben una vasta galaxia de autores que se hizo presente en el encuentro, aportando diversidad desde todos los rincones de Argentina. Luisa Valenzuela, narradora de extensa e importante obra, cuenta con un amplio reconocimiento manifestado en traducciones, estudios y galardones (BREVS publicado en 2004 reúne su obra en este género, caracterizada por un inquietante despliegue de imaginación, juego con el lenguaje y agudeza intelectual). Luisa integraba el comité organizador junto con Raúl Brasca, un reconocido cultor del género. Brasca ha editado –además de varios interesantísimos libros propios de microficciones- una respetable cantidad de antologías. Ana María Shua –que participó activamente en el evento- completa la trilogía de autores que han cultivado el microrrelato en forma más sostenida y exitosa en Argentina con resonancia en el mundo hispanoamericano.

Entre los autores argentinos –un rico mare mágnum de creaciones desafiantes y atractivas- habría que resaltar a muchos, pero estas breves líneas alcanzan para poco. Un banquete escuchar la lectura de Luisa Valenzuela, Ana María Shua y Raúl Brasca. Orlando Romano aportó su visión profunda y poética; Fabián Vique una lengua certera, mortífera e imaginativa; Eduardo Berti una acidez crítica de gran fuerza; Valeria Nassr una ironía colindante con lo siniestro. María Cristina Ramos nos regaló historias con dulzura; Juan Romagnoli reflexiones y fabulación. La lista podría ser casi interminable.

Algunas ideas a modo de conclusión

En mi modesta interpretación, las microficciones prosiguen resistiéndose a los intentos por someterlas a una taxonomía. Sin embargo no se niegan a ser objeto de estudio, menos aún de publicación.

Y surgen algunas convicciones consensuales acerca de las características del género, más allá de la obvia brevedad (peligrosa si consideramos la advertencia de Borges: “hay que tener cuidado con la verborrea de la brevedad”).

Una de estas características –con relación a la gestación de la microficción- es su condición de vivípara: nace viva, casi no hay incubación (el cuento sería ovíparo, la novela marsupial; no recuerdo quién propuso este esquema).

Otro aspecto es la narratividad: condición de contar una historia en forma sintética, lo cual requiere acción y personajes. Y esto entra en conflicto abierto con la brevedad. Asunto aparte es que las micro historias puedan generar macroponencias: esta es una maravillosa capacidad multiplicatoria.

La hibridez viene a ser otro asunto interesante: a medio camino entre el cuento y la poesía, sus orígenes se remontan tanto a Vicente Huidobro como a Ramón Gómez de la Serna, César Vallejo y Rubén Darío, Borges y Cortázar, Arreola y García Lorca, por nombrar sólo algunos.

Debe resaltarse el conteo del título como parte de la obra. El título puede ser fundamental. Hay microcuentos que no funcionan sin el título (incluso algunos que irónicamente son más largos que el desarrollo).

Para que el género prospere no sólo hacen falta editores (que los hay: en España por ejemplo Páginas de Espuma, Thule, Menoscuarto; en México Ficticia, en Chile Mosquito). El género también requiere de críticos competentes, que entiendan sus características específicas y que sean sensibles a este tipo de literatura.

Hay que relevar también un hecho: la microficción es un buen camino de entrada a la literatura; esto reportan los profesores. O sea microficción y fomento de la lectura: un mundo abierto, por descubrir.

También advertimos un peligro: cualquiera puede ser lector. ¿Será una amenaza o una oportunidad? Cualquiera podría ser escritor. ¿Valdrán las mismas preguntas?

En suma, este encuentro en Buenos Aires, bien concebido y bien organizado hasta en sus más mínimos detalles, fue una estupenda ocasión para confraternizar, conocernos más y estrechar lazos, un estímulo formidable para persistir en esta obsesión literaria por la concisión. Una gran comunidad creada en torno al Pulgarcito de la literatura hispanoamericana.

Isla Negra, Chile

Cae el sol perpendicular sobre la tierra. Dos nombres enfrentan el mar de un azul profundo y prepotente que inventa el Pacífico día a día como un atributo: Pablo Neruda, Matilde Urrutia.
Sobre la tierra el sol, y el aire que se desliza entre las paredes de la casa y que entra, transgresor, hacia las caracolas, las fotos, el bar; que sube por las escaleras pequeñas con ilusión de barco; que se mete, insolente, entre las pieles mentidas de las mujeres, enormes, casi monstruosas, con la voluptuosidad del recuerdo en travesías.
Sobre la tierra el calor del sol del mediodía en enero. Y mis pies recorriendo la casa. Cada habitación se hace infancia por acumulación de objetos en los que se descubre la historia de aquellos nombres, polifonía de colores, formas y texturas; cada habitación es la caja mágica donde las cosas se convierten en Pablo y Matilde.
Pienso en el Aleph y quiero enumerar el mundo, y puedo hacerlo en la casa de Pablo. Descubro que esa casa es el mundo. Entiendo, entonces, que mis pies están recorriendo el mundo y que puedo encontrarlo en cada objeto de cada habitación de la casa por donde se mete el aire y el fuego del sol del mediodía y es sonido intenso del azul del Pacífico.
Descubro que otros nombres me acompañan: poetas que se apropian del espacio, que penetran la madera, que sonríen, o no, desde los marcos, que hacen los ecos del mar convertido en palabras como resonancia de tubos gigantescos. Son los nombres que inventaron el mundo: afuera, sentados en un barco quieto, sin velas ni brújula, con la simple
ilusión de la botella que lo encierra, prisionero de aquel hombre, dueño y señor de su destino.
Afuera, aquel barco; adentro, la piel de Matilde cada noche en la que hace el juego de sirena entre las manos de Pablo, calientes y olorosas. Juntos, señores de la casa y de la tierra y del mar que no se aquieta; dueños de la alegría y del vino, de las ideas. La casa es Pablo y Matilde. Siento, sobre mí, la presencia, el aliento, esa indescifrable atmósfera que excede los sentidos.
Sobre la tierra, el calor del mediodía. Sobre las tumbas, en rosas, la bandera de Chile.

Stratford – Upon – Avon

Salimos de los fantasmales castillos escoceses y de sus monstruos marinos, pero el Castillo de Cawdor pareció guiar nuestros pasos: llegamos a ese pueblito de largo nombre, pequeño y encantador, Stratford – Upon – Avon , lugar donde nació William Shakespeare,en 1564, en la calle Henley Street, en el centro mismo de la ciudad. Ese lugar visitado desde hace 250 años por toda clase de gente y también escritores afamados que han dejado su firma, como John Keats, en 1817, Sir Walter Scott, en 1821, Thomas Carlyle en 1824, Charles Dickens, en 1838, Herman Melville, en 1857 y Mark Twain, en 1873. Aunque Shakespeare hizo su carrera en Londres, fue aquí, en Strafford – Upon – Avon donde se formó y construyó su vida. Aquí fue a la escuela, a la iglesia, encontró a su mujer, es donde primero se vieron sus obras y en donde vio crecer a sus hijos. Acá es donde se retiró y finalmente murió.
Es otoño y hay flores de todos colores en las calles empedradas. Mucha gente que camina tranquila, como emulando otra época. Y las casas, exactamente como eran en el siglo 16, lucen su pintura blanca y las maderas de roble formando cuadros en las paredes. Podemos sentir el ruido de los carruajes de entonces, las voces de Romeo y Julieta asomando por los balcones que acá no existen, sólo en Verona; porque siempre es la representación y la vida. Los fantasmas salidos de castillos lejanos; las brujas del bosque; la trasgresión y la duda, tan humanas, Hamlet confundido y confundiéndonos desde su castillo de Dinamarca; la tempestad azotando desde Italia; payasos y hadas danzando en el sueño de una noche de verano. Todos están de algún modo contendidos en ese libro enorme, testigo y guardián de la letra de Shakespeare, de su inspiración, de sus ideas; historias y leyendas con las que construyó su universo único e imperecedero; ese libro que ahora se yergue frente a nosotros en su urna de vidrio nos admira y nos conmueve, ¡tanto genio, tanta creación entre sus páginas! 
Nos inclinamos, agradeciendo el momento, el viaje.
Mireya Keller. Septiembre, 2005

Comenzar un itinerario no parece tarea fácil. ¿Por dónde es la mejor manera de hacerlo? Desisto de la razón y elijo el azar: un marcador de libros, de cuero rojo con el grabado del Castillo de Cawdor me retrotrae a ese tiempo y esa imagen. Los castillos de Escocia inducen al misterio y si están en medio de las Highlands, las tierras altas del Norte, con el aire frío y la soledad ululando entre las montañas, el misterio se agiganta. 
Venimos recorriendo minuciosamente las zigzagueantes riberas del Lago Ness con su leyenda legendaria y al mismo tiempo actual y presente – para nuestro asombro – en cada curva del lago, en los pueblitos encantadores que se yerguen a los pies de las montañas. Hasta que por fin vislumbramos a lo lejos, recostada en la desembocadura y abriéndose al mar del Norte, Inverness, la hermosa capital de esta región. Estamos tan lejos de todo, asomados a un mundo que parece haber quedado preso en el medioevo, que de repente es como si nosotros también fuéramos almas perdidas en busca de venganza o de castigo. Eso sentimos cuando al día siguiente iniciamos el camino que recorrieron Macbeth y su séquito. Es otoño y una leve llovizna cubre los campos y el bosque. No hay nadie más. Sólo el aire frío nos rodea. De repente el camino se puebla de árboles y pasamos como adentro de un túnel espeso que al final se abre a un jardín extenso y mullido, y quedamos sin aliento: estamos ante el Castillo de Cawdor, enorme, bello, piedras seculares intactas, las torres apuntando altas al cielo gris, los puentes colgantes. Un castillo de cuentos de hadas, o de brujas. Cuna de la casa de Cawdor desde 1370. Y Lady Macbeth queriendo usurparlo con sus manos ensangrentadas pasea todavía su sombra por el jardín laberíntico que está de espaldas al castillo. 
Un escalofrío de miedo y excitación nos recorre. Estamos unidos por los siglos de los siglos. Esperamos encontrarlos el próximo mes en otro camino.