Están creciendo nuevas casas en el interior de mi casa. No quiero
alarmar a nadie pero antes de ayer eran siete, ayer conté veintidós y
hoy… Hoy creo que son más de cincuenta. Juro que no vi aparecer la
primera, ni la segunda. Cuando las descubrí, ya eran siete: como una
colonia, como si fueran hongos. Había dos en el baño, tres en la cocina,
dos en mi dormitorio. Así comenzó, de golpe, esta proliferación de casas
todas diferentes, de las más diversas formas y colores… Al principio,
pensé que podría controlarlas. Aproveché que eran minúsculas y esas
primeras siete las barrí y hasta hace poco estaban en la cocina, en una
bolsa de residuos. Son dóciles. No me impidan moverme. Parecen habitadas
o encantadas. No me preocupa que me invadan, no es eso. Me inquieta otra
cosa. Descubrí que cada vez que me paro enfrente de una de esas casas en
miniatura, su puerta crece: crece y se planta enfrente de mí con la
contundencia de una puerta completamente real, como si fuer a la puerta
de mi verdadera casa. Si me alejo unos pasos la puerta vuelve a ser
minúscula como el resto de la casa pero… ¿cuánto tiempo podré resistir a
la tentación de atravesar una de esas puertas? Hoy pasé todo el día
parándome enfrente de cada una de las casas para agrandar sus puertas…
Un paso para adelante, tres para atrás: las agrandaba y las achicaba.
Hasta saqué las casitas que había tirado a la basura para examinar sus
puertas a escala real. A duras penas, conseguí contener mi brazo que
quería adelantarse, mi mano que quería asir los picaportes… Me quedé
frente a las puertas, solo, sin tocarlas, pensativo, soñador, a veces,
inexplicablemente triste. Sucede que, desde que aparecieron todas esas
casas, me invadió una sensación extraña, una mezcla de soledad y de
viento helado en el corazón. No sé cómo describirlo, estoy en mi propia
casa y es como si estuviera en la calle, en una plaza, en una autopista
o en un desierto lejos de cualquier lugar. H ace tres días que estoy
encerrado y siento que estoy de viaje, que no consigo llegar a ninguna
parte. Una pregunta me quita el aire o el sueño: ¿qué me espera si entro
en una de esas casas? Infelizmente, es una de esas preguntas que, apenas
formulada, no te dan opción, te obligan a vivir una respuesta. Escribo
porque no puedo esperar. Mañana talvez habrá cien casas más. Dentro de
una semana quién sabe si serán más de mil… El viento helado sopla cada
vez más fuerte, no hay nada más parecido a la intemperie que este techo
que me protege. No lo aguanto más, necesito entrar en una de esas casas,
en este preciso instante. La de la puerta naranja podría ser mi casa.
Talvez la puerta se cierre atrás de mí y no pueda salir… Dejo esta nota
con la insensata esperanza de que si me pierdo, de que si en los
próximos días no aparezco, alguien entre a mi casa, e intente
rescatarme, no sé cómo… Un oscuro presentimiento intenta detenerme.
Susurra que en cualquiera de esas casas, no importa cuál elija, no
encontraré a nadie cuando entre, solo hallaré abandonada una nota igual
a esta. Pero basta de especulaciones, lo mejor es entrar ahora.
Producción literaria > Microficción > Producción literaria
Juan Genaro Chiappe
LA ARAÑA DOCTORA
Había una vez un niño que vivía en una casa a la que recién se había mudado, en las riberas del río Paraná, en verano.
Fue a ver la casa nueva y encontró una extraña araña. Cada día la investigó más y entre que pasaban los días descubría nuevas cosas.
En un atardecer el niño que se llamaba Federico estaba un poco resfriado, caminó por el fondo de su casa, se acercó a la tela de la araña y sintió que se le iba el resfrío.
Miró bien a la araña y vió sus fascinantes colores y que la tela que tejía era de color verde, la tocó y la sintió resistente.
Fue a su casa a averiguar más en internet y encontró que la araña podía curar hasta el cáncer, además de los resfriados y que la tela que tejía servía para coser las heridas.
Desde entonces la araña a la que le puso de nombre Araña Doctora fue cuidada por Federico y su familia y le enseñó a sus amigos que no tenían que matarla por asco o por miedo, había que cuidarla.
Pasaron los meses y la Araña Doctora,sigue en la casa, tejiendo su tela.
Juan Genaro Chiappe 9 años
Islas del Delta- Tigre
LA CUEVA MÁGICA
Había una vez una princesa llamada Sofía que descubrió una cueva. La cueva era mágica. Ella le pedía muchos deseos y la cueva los cumplía pero un día la cueva cumplió justo el que Sofía no quería… y la convirtió en sirena.
Agostina Tropeano
9 años
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Manuel Arduino Pavón
EL ÚLTIMO ROLLO DE PAPEL -¿No viste el rollo de papel higiénico? |
Adiós
El viento exaspera el ruido de los motores. O soy yo que no resisto más partidas. Desandar el camino al aeropuerto nunca ha podido convertirse en costumbre. Ella siempre promete que va a arreglar las cosas para quedarse, también detesta las separaciones. Intento creerle cuando sonríe y se le dibujan esos hoyuelos adorables en las mejillas. Nos queremos, dice. Claro, respondo tranquilo, como si no me importara, como si no supiera que esta vez es la última despedida.
Mireya Keller
de «Borrando fronteras»
Tras los nuevos pasos de Don Quijote
Un viaje por los lugares de La Mancha donde, según las últimas investigaciones, habrían vivido los personajes de Miguel de Cervantes. Se cumplen 400 años de la segunda parte de la obra
…La calle ancha donde habría vivido don Quijote ahora es un callejón estrecho colonizado por la iglesia…
…El “castillo” donde se habría armado caballero es escombro y tierra con un pequeño pozo cubierto de hojas de olivo…
Molinos en Campo de Criptana. / ALEJANDRO RUESGA
Apenas queda nada de lo que vio el Caballero de la Triste Figura hace cuatro siglos. Mito y leyenda que son más reales que la realidad, como la vida literaria que le dio Miguel de Cervantes Saavedra(Alcalá de Henares, 1547- Madrid, 1616) cuando lo puso a andar por el mundo hace 410 años (1605) y continuó —con la segunda parte— sus aventuras hará cuatro siglos en este 2015 bajo el nombre de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Un personaje cuyo rastro en la Tierra siempre se ha buscado, y cuyo penúltimo hallazgo,el de unas supuestas inspiraciones de personas, episodios y lugares, permite seguir los pasos de aquel o aquellos Alonso Quijano que estuvieron entre mortales.
Aún quedan huellas en Quintanar de la Orden del hidalgo Rodrigo Quijada
Es La Mancha de los siglos XVI y XVII resucitada por Isabel Sánchez Duque (arqueóloga) y Francisco Javier Escudero (archivero). Una época que vuelve por el milagro de unos documentos del Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, desempolvados por ambos investigadores. Lo hace en dos procesos judiciales, por ahora, de los veinte, con más de dos mil folios, de Miguel Esteban, El Toboso y Quintanar de la Orden, con los cuales trabajan los dos expertos y que señalan como posible lugar del amañado olvido a Miguel Esteban, Pedro Muñoz y El Toboso. Aunque lo que ellos buscaban era establecer la biografía y arqueología del camino de Toledo a Murcia que aparece en la obra cervantina, al ser, entonces, el cruce de caminos de medio mundo.
Imagen del pórtico de entrada a El Toboso. / ALEJANDRO RUESGA
Allá muchos creen que a la sombra de cualquier encina de estas praderas nobles está enterrado el que dijo: “Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las hazañas grandes, los valerosos hechos”. Y si de su boca salió eso, de la de sus paisanos manchegos, como la de los investigadores que recorren ahora la zona con EL PAÍS, han salido algunos nombres de su verdadero nombre…
En El Toboso se mantiene el camino de Toledo a Murcia, vital en su época
…Rodrigo Quijada es uno de ellos. Podría ser una de las inspiraciones para el Alonso Quijano, nombre en la obra cervantina. Tenía un escudero, había comprado su hidalguía y era el temido procurador de Quintanar de la Orden, capital administrativa de la zona, con facultad de impartir justicia. Para que nadie dudara, el rollo jurisdiccional estaba visible a todos. Más de 400 años después sobrevive en una rotonda. Un capitel labrado, de casi tres metros de altura, con unos hierros en forma de serpiente en lo alto donde se exhibía al reo. Lo que antes todos miraban con temor, hoy nadie repara en ello. Pero es el lugar al que fueron a parar las denuncias de unos hechos ocurridos en Miguel Esteban en 1581…
…Está un poco más al suroeste de Quintanar donde vivía otra pieza clave del puzzle. Se llamaba Francisco de Acuña, hidalgo y procurador de El Toboso, aunque con casa en Miguel Esteban, donde un 80% de sus pobladores eran hidalgos. Su casa estaba detrás de la iglesia de San Andrés Apóstol. En una calle ancha donde también vivía el hidalgo Pedro de Villaseñor, de los Villaseñor que llevaban décadas de dominio en la región. Ahora es una callejuela donde solo da el sol al mediodía porque desde hace cuatro siglos la iglesia ha ido añadiendo cuerpos, hacia atrás y a los lados, hasta casi pegarse a las casas. Allí empezó la trifulca, cuando De Acuña, vestido con armadura y demás elementos a la usanza caballeresca, y con ganas de destronar del poder a los Villaseñor (conocidos de Cervantes y quienes aparecen en Los trabajos de Persiles y Segismunda), trató de matar a su vecino, el hidalgo Pedro, a lanzazos hasta corretearlo por los campos camino de El Toboso…
…Seis kilómetros separan a los dos pueblos. Por un portazgo, en forma de ojiva, de unos tres metros de alto, hecho de arenisca y continuado en una muralla, habrían entrado los dos hidalgos. Esa puerta fortificada ya no se ve. Lo que se conserva forma parte de una vivienda de la calle Calderón de la Barca. Es un arco tapiado con una puerta de madera en el centro. Dentro, un patio que conserva parte de la torre y algo de muralla con las marcas de cantero ya borrosas por el tiempo. Tres calles más abajo, al lado de la iglesia toboseña, queda una de las pocas casas de la época, como la del Caballero del verde gabán, de tres plantas: la primera con base de piedra y presidida por un portalón de madera; en la segunda, dos balcones con barandilla de hierro desde donde se veía la plaza y el trajín de un pueblo antes famoso por sus tinajas; y en la tercera planta cuatro ventanas en forma de ojiva. Una casa apenas más baja que la torre de la iglesia de la época que divisó don Quijote, a las afueras, antes de topar con ella…
Historia y homenajes a una obra inmortal
– En 1615 Miguel de Cervantes Saavedra publicó lasegunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, once años después de la primera, aunque el editor imprimiera la fecha de 1605.
– En esta segunda parte, Cervantes muestra unamayor madurez narrativa y conciencia de novelista. Incluye menos historias intercaladas, desarrolla más las peripecias, al tiempo que los personajes logran una mayor evolución psicológica.
– Desde su origen, la obra ha estado contaminada de errores. El primer trabajo crítico serio es de Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla en 1927-1941.
– Francisco Rico, académico y experto en la obra cervantina, prepara con la RAE una edición especial de Don Quijote, que saldrá en primavera. Arturo Pérez-Reverte ha publicado una versión para jóvenes.
– Este otoño-invierno se han publicado novelas como El final de Sancho Panza y otras suertes(Destino), de Andrés Trapiello, que continúa la historia de personajes del Quijote en las Indias; yLa sombra del otro (Ediciones B), de Luis García Jambrina, inspirada en la vida del escritor.
– En 2015 se prevé el desenlace de varias noticias: saber si están o no los restos de Cervantes bajo la cripta de la madrileña iglesia de las Trinitarias;más datos sobre su biografía (José Cabello ha descubierto algunos) y su paso por algunos pueblos de Andalucía y detalles sobre los documentos hallados por Isabel Sánchez y Francisco Escudero.
…Aguardaba entre las sombras del bosque a Sancho cuando quedó cautivo de Dulcinea. Sobreviven unas pocas encinas y arbustos a la vera de un camino polvoriento que antes fue crucial, el de Toledo a Murcia. Por ahí iba y venía todo el mundo y el progreso, y se conseguía de todo, incluidos libros de caballería. Cuentan los investigadores, Isabel Sánchez y Francisco Javier Escudero, que esa tierra congeniaba con una gran variedad de cultivos y árboles que formaban bosquecillos y dehesas. Verde, verdes de toda clase eran los colores de La Mancha. Antes de que la necesidad de madera o de cultivo de trigo para alimentar al Reino que se ensanchaba en América cambiara el paisaje. El dominio ahora es de los viñedos…
…Solo queda el gruir alebrestado de las grullas que por estos días enmarañan el cielo en busca de la laguna de Manjavacas, en Mota del Cuervo, en una parada rumbo al calor de África. Cerca del centelleo de sus aguas, y en un camino perdido, esa tierra rojiza manchega está revuelta de escombros que guardan aún piedras y adobe de una antigua venta de la época cervantina, la única grande de la zona que habría estado en la ruta Toledo-Murcia. Un olivo solitario y agarrotado por el frío alcanza a sombrear un pequeño pozo cubierto por sus hojas. Hasta ahí habrían llevado los desvaríos a Alonso Quijano a armarse caballero, con las prendas que pertenecieron a sus bisabuelos, para convertirse en Don Quijote de La Mancha…
…Lo hizo en su primera salida. En la segunda, ya con Sancho Panza, el Caballero de la Triste Figura, y tras subir por una loma, descubrió casi cuarenta molinos de viento que creyó gigantes desaforados contra los que luchó. Aguardaban en lo alto de Campo de Criptana, el único lugar en el que se han puesto de acuerdo los investigadores como escenario sin nombre oficial de una de las aventuras más famosas. Sobreviven nueve gigantes. Sus largos brazos, en forma de cuatro aspas, miran al norte. Se divisa lo que debió ver el caballero. En la otra colina, cuatro gigantes miran a los de Criptana, mientras todos los días el sol cae detrás de ellos…
Acerca de Don Jorge y su amada ciudad
En el sur de Bahía, Ilhéus vive en torno de dos de sus mayores hitos: la riqueza que le proporcionó el cacao y la figura de Jorge Amado, el autor de Doña Flor y sus dos maridos; cada calle es reflejo de la obra del escritor y un recuerdo de aquel pasado de esplendor
Por Ana Callejas | El Mercurio
ILHÉUS (El Mercurio/GDA).- «Elevábase la voz vigorosa e interesada del cura en la oración ardiente, elevábase la voz cascada de las solteronas, el coro unánime de los coroneles, y sus esposas, hijas e hijos, comerciantes, exportadores, trabajadores llegados del interior para la fiesta, cargadores, hombres de mar, mujeres de la vida, empleados de comercio, jugadores profesionales y diversos malandrines, los chiquillos del catecismo y las muchachas de la Congregación Mariana. Subía la oración hacia un diáfano cielo sin nubes, donde, como una asesina bola de fuego, un sol despiadado quemaba, capaz de destruir los brotes del cacao, recién abiertos.» Fragmento de Gabriela, clavo y canela, de Jorge Amado.
La historia de Gabriela es una historia de amor, sí, pero también es una crónica del Ilhéus de principios del siglo XX, donde la riqueza de las plantaciones de cacao dio lugar a la lucha entre el campesinado y los dueños de las haciendas. Publicada en 1958, Gabriela, clavo y canela es el momento narrativo en que Jorge Amado mezcla sus ideas políticas (fue diputado por el Partido Comunista para San Pablo en 1945) con ese ambiente de mulatas sensuales y estilo tropical del Estado en que nació. Amado tuvo otras obras que divulgaron con fama la vida de Bahía y que formaron parte del imaginario colectivo sobre cómo comprendemos Brasil. Obras como Los subterráneos de la libertad, Capitanes de arena, Tierras del sinfín, Mies roja, Doña Flor y sus dos maridos y Teresa Batista, cansada de guerra hicieron de Amado el escritor brasileño de mayor notoriedad internacional. Pero fue en Gabriela, clavo y canela donde el autor plasmó con más detalle lo que veía en las calles de Ilhéus, ciudad donde pasó su infancia.
Hoy, las tierras que rodean a Ilhéus forman un valle eternamente plano, tal y como los describía Amado en algunos de sus textos. En este rincón brasileño, las colinas son de un verde fosforescente, siempre de poca elevación, siempre dejando que la mirada se pierda en un cielo infinito sin que la vista encuentre oposición, sin que haya un límite que entorpezca los sueños. Quizás Amado se benefició de eso, pienso, cuando tras recorrer en un bus parte de los territorios del estado de Bahía el vehículo se detiene en la terminal de Ilhéus.
Me basta caminar sólo un par de cuadras para darme cuenta de aquello que leía en los pronósticos del tiempo: aquí los días se mantienen establemente bochornosos. Siempre es así. Incluso en invierno, cuando entre mayo y julio llueve más que en el resto del año, y los vientos parecen llevar el olor del cacao a cada esquina de este pueblo, en el sur del Estado. Como sea. Cuando sea. Nunca importa la época. En Ilhéus, la vida avanza en medio de perpetuas temperaturas cálidas, sudor y playas.
En este lado de la costa del Atlántico, la comida con aceite de palma y pimienta se mezcla con platos de mariscos en casi todas las recetas, y la ciudad es de una hermosa simpleza para quien está acostumbrado a vivir entre los rascacielos de las grandes urbes: los palacetes de Ilhéus hablan de un pasado mejor, mientras que la poca altura de los edificios contemporáneos aún permite observar la ciudad sin interrupciones. No es que todo sea paz. Caminar por estos callejones durante la noche puede significar el mismo riesgo que hacerlo en las calles de Río de Janeiro, pero aquí casi no se siente el ruido de los autos y la rutina sigue un ritmo muy bahiano, muy calmo.
LA CASA-MUSEO
Lo primero que distingo en el centro de Ilhéus es la catedral de San Sebastián, construida en 1931, quizá la construcción más imponente de la ciudad, y símbolo de la época de oro del cacao. Cuando fue edificada esta catedral de colores pastel, Ilhéus era la perla de Brasil gracias a su producción de cacao, que la tenía entre las ciudades más ricas de este país. Esa fama le duró hasta 1980. En esa década, la sensación de prosperidad se vino abajo como si fuera parte de una profecía bíblica: la plaga escoba de bruja arruinó las plantaciones de cacao, y las convirtió en un podrido recuerdo de la grandeza que se vivió en esta ciudad. Ahora, Ilhéus ya no es el mayor productor de cacao del mundo, perdiendo su mercado frente a los productores de Costa de Marfil. Aun así, todavía se produce chocolate en estas tierras, y durante mis días en esta ciudad su fruto se convirtió en una imagen difícil de eludir. Desde un museo dedicado al cacao hasta los jóvenes que ofrecen esa fruta amarilla en las esquinas de la plaza principal, todo Ilhéus parece aún inmerso en ese pasado, como si en la importancia de esas plantaciones estuviera toda la historia -y quizás el futuro- de esta urbe.
A cada paso que doy por el centro, tras cada tienda que habla de chocolates y personajes literarios, Ilhéus se me aparece como una especie de espectro de lo que solía ser, una voz fantasmagórica que repite entre sus calles el eco de sus antiguos hitos: el cacao y Jorge Amado.
Porque si en la ciudad uno se encuentra con frecuencia entre símbolos de esa plantación, la omnipresencia de Jorge Amado resulta algo aún más trascendental: en Ilhéus, la obra de Amado es una historia que, tras cada pasaje, sigue viva.
Fue cosa de suerte. Esta vista fue un regalo del azar. Mientras me apoyo en el marco de la ventana donde Jorge Amado solía observar las vidas de Ilhéus, Marina Massadar, graduada de Literatura y administradora de la Casa-Museo Jorge Amado, repasa la historia del autor. Sus padres eran ex hacendados, ex dueños de plantaciones de cacao, ex ricos, tratando de sobrevivir en Ilhéus.
Después de haber perdido las tierras de su finca Auricídia, el coronel João Amado de Farias, padre del escritor, debió asentarse en la ciudad para rehacer su vida. La decisión probó ser la correcta. Tras comprar un billete de lotería, el padre de Amado volvió a saber de riquezas y compró una casa en pleno centro de la ciudad, una casa que estaría entre las más bonitas de Ilhéus. Allí/aquí, Jorge Amado escribió El país del Carnaval.
«Desde esta ventana, Amado solía sentarse a escribir. Como su casa era una de las más altas de Ilhéus, tenía una vista privilegiada para examinar la ciudad, y para inspirarse con estas calles», dice Marina, y yo me asomo a la ventana como para corroborar lo especial de la vista. Por acá se divisa la Catedral de San Sebastián, el comercio de las principales calles de Ilhéus, y en la esquina más cercana un moreno corre a pies descalzos hasta desaparecer tras las últimas luces del atardecer.
El resto de esta casa-museo mezcla habitaciones prácticamente vacías con pequeñas joyas literarias: una gran colección de libros del autor publicados en diversos idiomas (sus obras han sido traducidas a 49 lenguas), además de la máquina de escribir que él solía usar durante el tiempo que vivió aquí. Fotografías, cuadros, interpretaciones de artistas locales, replican la figura de Amado con sus clásicas camisas guayaberas en formatos que van desde esculturas hasta diminutos adornos a lo largo de la vivienda.
Por las ventanas de esta casa no se alcanza a ver, pero a un par de cuadras de aquí está uno de los rincones que mejor conserva el mundo creado por este escritor. Llego hasta el Bar Vesúvio, para sentarme junto a Amado. Sus manos están frías y su remera tropical parece nueva. Amado mira hacia la costa de Ilhéus como si estuviera a punto de escribir su mejor obra: pensativo, con una mano en el rostro y otro en una libreta, alguien podría asumir que Amado está creando a los nuevos protagonistas de su próxima historia bahiana. Bueno, se trata sólo de una réplica del autor hecha a escala real, que ubica al brasileño sentado en la terraza de este bar, a la espera de que alguien lo acompañe con unas cervezas. Quién es uno para negarse. El Bar Vesúvio es un homenaje a la obra de Gabriela, clavo y canela. Pido una cerveza, con la figura del autor mirándome de frente. Eduardo da Silva, el barman de Vesúvio, me cuenta que este lugar fue inaugurado en 1920 por dos italianos (de ahí su nombre en alusión al volcán que arrasó Pompeya), y que después cambió de propietarios a una pareja que sería famosa: el lugar fue comprado por un libanés, y su mujer -bahiana- estaba a cargo de la cocina. Ahí fue cuando Jorge Amado se inspiró para crear a la pareja protagonista de Gabriela…
El bar estuvo cerrado, pero se volvió a abrir en 2000 para replicar el lugar que Amado describió en su célebre obra. Todos los martes acá hay representaciones teatrales inspiradas en los personajes de Gabriela… y en la carta del bar veo preparaciones que con alarde anuncian un auténtico kebab con sabor a Gabriela. Y Gabriela sabe a mar.
Hoy, en el Vesúvio, además de probar los clásicos de la cocina árabe, uno puede estar sentado en la terraza del bar, siempre acompañado por la figura de Amado, cuando una banda de bossa nova empieza a entonar los primeros acordes de la noche. Desde el Bar Vesúvio, por algunos segundos alguien podría confundir la ficción con la realidad. Casi frente a la playa y a una diminuta plaza parecerían oírse las voces del turco Nacib y su pasión por la mulata Gabriela.
Estas calles estaban llenas. Estas calles nunca olvidaron. El amorío de Ilhéus con su autor más conocido no fue algo que reviviera -como suele ocurrir en la memoria humana- tras la muerte del escritor en 2001. Aquí se lo celebró siempre. Se lo mencionó siempre. Para 2012, cuando se festejaron los cien años de su natalicio, ese recuerdo fue aún más potente, con varias actividades que se apoderaron de la usualmente tranquila Ilhéus para llenarla con la vitalidad de una especie de carnaval para Jorge Amado.
RECUERDOS DE BURDEL
Esa sensación de fiesta, de raíces africanas que se hacen fuertes en Bahía y que se enfrentaban en las historias de Amado con la hipocresía y el deseo de los hacendados, tiene una réplica exacta en el burdel Bataclan.
Lo que hoy es un centro cultural, en la época de Amado fue un ex cabaret y casino frecuentado por los coroneles del cacao, y que para el escritor significó una inspiración literaria. De frente a la playa, entro a Bataclan atraída por la música que se cuela desde sus ventanales. Una luz rojiza tiñe las paredes y, pasada la barra y el restaurante, en el salón principal unas veinte personas mueven sus caderas al ritmo de distintos bailes brasileños, entre samba y forró.
Me inscribo en la clase y participo no sin -extrema- torpeza de las instrucciones que Cassandra Alves intenta que sigamos. Bailamos por media hora, pero, por supuesto, estamos lejos de ser el plato de fondo de la jornada. Cuando terminamos nuestra rutina, Cassandra explica lo que veremos a continuación: tal como en el Ilhéus de antaño, el escenario principal de Bataclan revive junto a actores que interpretan la vida al interior de este cabaret, acercándose al público, en una especie de teatro interactivo. El show dura una hora y la gente aprovecha para comer mientras observa a estos personajes prostibularios.
Dejo atrás el salón principal para conocer cada habitación de Bataclan. Esta casona alcanzó su punto máximo de vida entre 1926 y 1938, frecuentada por los bohemios, por los hacendados, por mafiosos, marineros e intelectuales. Las piezas del burdel ahora son usadas para otro tipo de exhibiciones, con cuartos donde se presentan fotografías del Ilhéus antiguo, de ese Ilhéus que en Ilhéus se niegan a olvidar. En el patio trasero del cabaret, un puesto de madera simula vender cacao. No hay nadie que atienda. La fruta tampoco es real. Toco plástico. Este teatro ya va a cerrar.
Afuera, Ilhéus parecería seguir hipnotizada por los bailes de Gabriela.
La Ruta de los Poetas
LA RUTA DE LOS POETAS
Mireya Keller
Estamos terminando 2014 y aun resuenan los ecos de nuestro viaje “literario” a Chile: primero la presentación de mi última novela “Mujeres del mundo” en Viña del Mar, y luego en Santiago las Jornadas Trinacionales de Microficción, “Borrando fronteras”, en las que además de leer, presentamos nuestro libro conjunto, “Subirse al micro”. Pero además de lo personal, aprovechamos cada minuto para recorrer las huellas, casi siempre “salinas”, de los poetas de Chile. En vez de hacer la tradicional “Ruta del vino”, (muy recomendable, por cierto) hicimos una especie de “Ruta de los poetas”. Esa tierra angostita que es mi país, apretado entre el mar y la cordillera, dicen que quizás tenga la geografía propicia para los versos. Verdad o no, lo cierto es que recorrimos extasiadas esos lugares que fueron tan inspiradores para los poetas. Comenzamos con el paisaje fuerte y bello de Isla Negra, donde la casa de Neruda, hoy Museo, domina el pequeño poblado y mira desde todos sus costados a ese mar bravío que azota con fuerza el reguero de rocas y deja una estela azul-verde-blanca que se desliza sobre la playa hasta casi los pies de las tumbas de Pablo y Matilde, ese amor que traspasó la muerte. Seguimos por Cartagena, una playa popular y antigua, y subiendo cerros y pequeños senderos llegamos a la casa y la tumba de Vicente García Huidobro, el poeta que revolucionó la poesía tradicional y que vivió entre los mejores de su época en Europa. Lugar extraño y aun hoy solitario, elegido por él mismo, para su descanso final. A lo lejos, entre múltiples cerros y quebradas, se divisa, por supuesto, el mar. Después seguimos a Valparaíso, imperdible, y la casita de Neruda colgando de los cerros, mirando el puerto, casi adentrándose entre las olas. Visitamos también la plaza de los poetas. Ahí están Huidobro, Neruda y Gabriela Mistral. La insondable Gabriela. Hija de montañas y valles, adoradora de éstos pero también del mar, una presencia permanente e insoslayable a lo largo de Chile. Gabriela, que fue adentrándose en mi novela hasta transformarse en una de las protagonistas de “Mujeres del mundo”, fue la primera ganadora de los Juegos Florales de Viña del mar, joven e incipiente poeta en ese entonces. La conmemoración de los 100 años de esos Juegos y la magnífica exposición con las fotos de su vida y obra, le dio un marco especial a la presentación del libro. Y siguiendo nuestra ruta de poetas, llegamos a otra celebración, esta vez en Santiago: los 100 años de vida de Nicanor Parra, el antipoeta. Una muestra fotográfica que, si creemos en el destino, se presentaba justamente en el Centro Cultural Gabriela Mistral. Ahí completamos nuestro camino. ¡Todos poetas! ¡Todos diferentes! ¡Todos reconocidos por el mundo! ¡Y siempre el mar!
Para cerrar este año movido, aquí van nuestras fotos en esos diversos lugares y unos versos de cada uno de nuestros poetas visitados para celebrar una vez más la palabra, la literatura, ese amor que compartimos con ustedes. ¡Y que el año 2015 sea benévolo y traiga para todos nuevas y buenas sorpresas!
PABLO NERUDA
Oda a la esperanza
Crepúsculo marino, en medio de mi vida, las olas como uvas, la soledad del cielo, me llenas y desbordas, todo el mar, todo el cielo, movimiento y espacio, los batallones blancos de la espuma, la tierra anaranjada, la cintura incendiada del sol en agonía, tantos dones y dones, aves que acuden a sus sueños, y el mar, el mar, aroma suspendido, coro de sal sonora, mientras tanto, nosotros, los hombres, junto al agua, luchando
y esperando junto al mar, esperando. Las olas dicen a la costa firme: «Todo será cumplido»
GABRIELA MISTRAL
Balada Él pasó con otra; yo le vi pasar. Siempre dulce el viento y el camino en paz. ¡Y estos ojos míseros le vieron pasar! El va amando a otra por la tierra en flor. Ha abierto el espino; pasa una canción. ¡Y él va amando a otra por la tierra en flor! El besó a la otra a orillas del mar; resbaló en las olas la luna de azahar. ¡Y no untó mi sangre la extensión del mar! El irá con otra por la eternidad. Habrá cielos dulces. (Dios quiere callar.) ¡Y él irá con otra por la eternidad!
NICANOR PARRA
Último brindis
Lo queramos o no Sólo tenemos tres alternativas: El ayer, el presente y el mañana.
Y ni siquiera tres Porque como dice el filósofo El ayer es ayer Nos pertenece sólo en el recuerdo: A la rosa que ya se deshojó No se le puede sacar otro pétalo.
Las cartas por jugar Son solamente dos: El presente y el día de mañana.
Y ni siquiera dos Porque es un hecho bien establecido Que el presente no existe Sino en la medida en que se hace pasado Y ya pasó… Como la juventud.
En resumidas cuentas Sólo nos va quedando el mañana: Yo levanto mi copa Por ese día que no llega nunca Pero que es lo único De lo que realmente disponemos.
VICENTE GARCÍA HUIDOBRO
De Altazor, Canto V
Si el paisaje se hiciera paloma Antes de la noche se lo comería el mar Pero el mar está preparando un naufragio Y tiene sus pensamientos por otros lados | 100 |
Navío navío Tienes la vida corta de un abanico Aquí nos reímos de todo eso Aquí en el lejos lejos
La montaña embrujada por un ruiseñor |
105 |
Sigue la miel del oso envenenado Pobre oso de piel de oso envenenado por la noche ( boreal Huye que huye de la muerte De la muerte sentada al borde del mar |
M.G., de Sonia Figueras
A quien encuentre esta carta, favor de entregarla al Señor Jefe de Policía
Investigación del caso de la desaparición desde hace treinta días en circunstancias sospechosas y posible muerte de una mujer y un hombre en Museo de La Artes.
El cuadro se enseñoreaba en la pared tan blanca, tan nívea. Diríase que comandaba el espacio. Los demás desaparecían. Un rojo fulgurante surgía de la tela en la que el verde pistacho no lograba aplacar y en medio de ellos el naranja de los naranjales con su mayor esplendor iluminaba hasta la ceguera.
En rojo, las iniciales M.G, adivinadas abajo en un garabato arábigo, a la derecha del cuadro, se fundían con el fondo negro de la tela y en la pared, al costado, apenas se veía en una placa difusa, el título, Invasión.
La mujer, pelirroja de ojos muy grandes, absorta, no desviaba su mirada en tanto desde un ángulo de la sala, el hombre, de cejas espesas y un rictus en su boca no dejaba de observar las dos obras de arte, la belleza de la exótica mujer con apostura exultante reclinada contra la pared y la grandilocuencia de la pintura.
La escena se repitió por las mañanas. La deslumbrante mujer en admiración por el cuadro y el hombre en expectación constante.
Hasta la mañana en que ella no fue a la galería y el cejijunto empezó a indagar, tal pareciera su costumbre.
La primera vez encaró desafiante con un desvío de su mirada recelosa, inquiriendo por los horarios de la galería justo a él, ¡a él, el encargado de las salas 1 y 2! – consta en registro de Personal -.
La segunda mañana, soleada, por lo que, el antedicho encargado de las salas, vigilante como guardián de plaza, cerró las ventanas ” no fuera cosa de que se arruinara alguna tela”, el hombre se interesó por algunas otras en exposición.
Al día siguiente el individuo habló indirectamente de Invasión.
Hizo alusión a los colores, alabó el impacto que daban al entrar a la sala y luego fue directo al tema. Quiso saber si ya estaba vendida y si era así, cuál había sido el precio pagado.
Molestó su pregunta porque el celoso cancerbero nunca jamás se inmiscuía, jamás, en los precios. Para él estas telas no tenían precio. Eran obras maestras….y más las de sus salas. Además, nunca supo el verdadero valor de cada una.
– No sé por qué, Señor Jefe de Policía, se les ocurrió bajar al sótano. Los maté a los dos, al encargado y a ella. La bala que hallarán en mi cabeza es de la misma arma que disparó a los traidores.
En el bolsillo de mi saco dejo a Ud. esta carta en la que me atribuyo las muertes de la mujer que amaba y del maldito encargado.
Antes de morir, la infiel me echó una última mirada de desprecio.
Invasión y ella eran mías, sólo mías.
Entrego a Ud, Sr. Jefe de Policía, el caso M.G. resuelto.
Martín Grisso – Jefe de Investigaciones
M.G.
Nuevo poema de Alejandro Keller, autor de las «jarchas»
Voy caminando por una sinagoga
que parece una mezquita
quizás mezquita que parece sinagoga
aun recuerdo como se entrelazaron en España
y aún sigo cultivando la jarcha
pero sin olvidar las reglas del piut
sobre todo del Yemen
yo fui testigo de aquella conjunción
la alambra
el flamenco
Adolfo X el sabio
y aun recuerdo los diálogos de León el hebreo
regresando al platónico amor
y la memoria del tiempo es difusa
el siglo de oro nació.