Beatriz Minichillo

PALOMAS

Me siento muy bien con vos, dijiste y me tomaste la mano a través de la panera del restaurante. Y las manos ya no fueron manos sino palomas que volaban juntas entre los comensales que, aterrados, las espantaban.

Y nosotros felices y traviesos las mirábamos y nos reíamos mientras las plumas, todas grises,
caían sobre los platos de comida.

ROJO

Sentí su mirada de odio en el subterráneo atestado de gente. No la pude reconocer con precisión porque fue un segundo, un segundo cargado de un vaho oscuro que me envolvía únicamente a mí.
Hasta que el tren se detuvo, ella descendió y tras su figura desapareció ese viento helado que nunca supimos cómo se había originado. Ese día descubrí que el odio es de color rojo.