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Tres poemas para Gabriela

(El ángel guardián)

I

¿Es cierto?
¿Hay un ángel guardián que te lleva y trae?
Porque / soñé que te hablaba
te veía / como eras cuando estabas plena
alta / como los álamos que agita el viento
que se encajona en nuestra cordillera
fuerte / como los tacones que usabas
pisando altiva y humilde
lejanas tierras.

Te soñé
quizás / porque ahora te conozco
más que antes
cuando eras / para mí
la maestrita oculta
entre piececitos de niños tristes
oculta / en la trama que teje las rondas
entre alas y perfumes de mariposas
oculta.

Te soñé y te sueño
porque / descorrí los velos
te atrapaban entre nubes de arena y tiempo
ahora / me embebo de todo lo tuyo
tus cabellos severos y suaves
los ojos penetrantes
dulces / cuando mirabas el cielo perfecto
de tu valle escondido
entre tanto cerro.

Conocí Montegrande
el pueblo que elegiste como descanso
ahí / sentí el silencio y la soledad de tu voz
recorriendo la única calle, la plaza que fundaste,
la única iglesia
los árboles desnudos poblados de jilgueros
tu canto doloroso
despertando las mañanas soleadas y frías
tu canto.

Es cierto.
Existen los ángeles
pensé mientras caminaba por el mismo suelo áspero
que también contuvo tus pisadas.
Como lo dijiste:
(No es un cuento, es verdad.)
Un ángel que tiene cuerpo, manos y pies de alas
te toma y te trae / dormida
entre los verdes parronales de tu valle.

II
(Ausencia)

se va de mí tu cuerpo
gota a
gota
mientras vuelvo
a mi identidad perdida

me busco en el espejo
no
encuentro
ni mi
rostro ni mis gestos

tu impronta suave y dura
tus
pasiones
revueltas
de mar y cordilleras

perduran anudadas
en mi
memoria
en
mi cuerpo

en el dolor de tus entrañas
en
mi grito
de
lluvias y trueno

espasmos
que horadan
los muros
que no
transgredo

te vas de mí
y en
cada gota
mi alma
llora sin consuelo

III

(Paisajes de la Patagonia)

estuve en esa ciudad de viento y frío
en la que empezó tu historia
de enseñanzas y sacrificios

fin de octubre y aun la nieve
en su vaivén de ráfagas
cubre techos de colores y abrigos

sí, tal como lo dijiste
ese fin de mundo
no tiene primavera

tiene el Estrecho
que miro desde una ventana
abierta al mediodía

oigo tu voz ondulando entre las olas
tu mirada de fuego en mi mejilla
apoyada contra el vidrio helado

es una proeza todo lo que hacías
sola en esas soledades
temerosa y valiente

nunca desertando
de sueños ni lugares
donde te relegaba tu destino

Punta Arenas aun es fría y solitaria
los vientos circulan sin clemencia
y acechan en cualquier esquina

el agua que rodea sus orillas
conjuga los dos mares
como tu alma y la mía

y me digo
que eso basta

seguimos unidas